Gestión de la Calidad
La esencia del concepto del hormigón armado reside en una simbiosis entre el hormigón y el acero. El hormigón resiste bien a la compresión, pero tiene una débil resistencia a la tracción: el acero, en la forma de barrotes colocados en el interior de su masa, anula esta insuficiencia permitiendo al elemento resistir a las flexiones. A su vez, el acero expuesto al aire y al agua se deteriora rápidamente: el hormigón envolvente lo protege con su alcalinidad, permitiendo al elemento resistir al paso del tiempo.
El hormigón armado debe, por lo tanto, presentar dos resistencias fundamentales: resistencia a la acción de los esfuerzos, y resistencia al paso del tiempo, o durabilidad.
En la ejecución de estructuras de hormigón armado, la calidad del producto final depende de gran número de factores, con grados de responsabilidad y calificación muy variables, resultando extremadamente susceptible al fallo humano.
A través del control de calidad, los responsables del proceso constructivo verifican el cumplimiento de los requisitos previamente especificados para una determinada estructura.
Tal control se lleva a cabo a través de inspecciones y ensayos, utilizando preferentemente métodos no destructivos o escasamente invasivos.